- 3 de marzo de 2016
Los cinco motivos por los que una app propia mejora el negocio de su empresa
Bayo apuesta que son varias razones por las que es beneficioso para su empresa tener su propia aplicación móvil
1. La empresa siempre disponible. Al igual que un sitio web, una app permite estar abierto 24 horas al día los 7 días de la semana. Sin embargo, la app es más ágil, sencilla y directa, sirviendo como un nuevo canal de comunicación cliente-empresa que permite mostrar tus servicios y oferta disponible sin horarios, sin necesidad de tener personal presente y además garantiza una atención al cliente inmediata, sin esperas. "Nuestros clientes destacan que la principal ventaja que tiene contar con su propia app de empresa es que viaja dentro del smartphone con el cliente a todas partes, y puede consultar los servicios desde cualquier lugar y a cualquier hora durante el proceso de selección del nuevo coche que desea comprar", explica Bayo.
2. Cubrir una necesidad de futuro cliente. Las búsquedas en la tienda de aplicaciones buscando una funcionalidad concreta hacen que el usuario encuentre lo que busca. Ayudan así a captar este tipo de usuario de smartphone que usa las tiendas de Apps además de los habituales buscadores.
3. Implicación mayor del usuario. La app proporciona más engagement del usuario frente a la web móvil o adaptada para smartphones. La última encuesta de Quixey, revela que el usuario prefiere la app a la hora de consultar marcas que usa de forma habitual.
4. Diferenciación frente a la competencia directa. El uso de la app proporciona un nuevo canal de comunicación en el ámbito digital complementario a web, social media, email marketing, etc. Y todo ello les diferencia de la competencia menos orientada a lo digital.
5. Adelantándose al futuro. Según un estudio de Gartner, en el 2017 se producirán más de 268.000 millones de descargas. Además España encabeza el ranking europeo en descargas de apps móviles, por ello se convierte en una gran oportunidad para que los negocios crezca y además se modernicen.
FUENTE: EL ECONOMISTA